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Recientemente, unas investigaciones realizadas en Australia, el país que más basura electrónica genera per cápita, concretamente en la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), en Sidney, han desarrollado la primera mina urbana que es capaz de extraer los metales valiosos de la chatarra. Un proyecto que permite recuperar el oro de nuestra basura tecnológica.

Sin embargo, esa monstruosa cantidad de chatarra electrónica no se reparte a partes iguales en todo el mundo. Según una investigación del Global E-waste Monitor 2017 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones de la ONU, un millón de esos 45 se genera en España. El mismo informe señala que Europa es la segunda región mundial con más basura tecnológica anual, con un total de 12,3 millones de tonelada anuales.

Mientras que en Europa se recoge y se recicla de forma adecuada el 35% de esos residuos, aproximadamente, a nivel global este porcentaje desciende hasta niveles de reciclaje por debajo del 20%.

La chatarra electrónica contiene elementos tóxicos, nocivos para nuestro medio ambiente, como plomo, arsénico, cadmio, mercurio o fósforo. Pero también elementos no biodegradables, pero que son valiosos, como son el cobre, estaño, oro o fibras plásticas.

En Australia se generan 17,3 kilos de basura electrónica por habitante y año, la cifra más elevada del mundo. Por otra parte, Oceanía tiene unos porcentajes de reciclaje de estos residuos electrónicos de tan solo el 7%.

No es extraño que allí mismo se busquen soluciones como la del proyecto de mina urbana de la UNSW para la puesta en valor de sus residuos. Un proyecto que muestra a las empresas y comunidades locales cómo manejar los problemas que generan los residuos, y también cómo abrir nuevas oportunidades comerciales a partir de los materiales recuperados.

El centro Smart de esta universidad de Australia ha desarrollado un prototipo de mina urbana que sirve para transformar los residuos electrónicos , separando sus componentes y permitiendo la recuperación de metales y materiales valiosos. Se extraen, entre otros, aleaciones de cobre y estaño, metales como el oro y otros no tan famosos como el paladio, fibras de plástico y vidrio, etc.

Se trata de unas pequeñas factorías que cuentan con una serie de máquinas adecuadas para realizar esta transformación, ya se trate de un ordenador, un Smartphone, una impresora o un televisor.

Primero los materiales pasan por el módulo de descomposición, luego por el de selección, en el que interviene un sistema robótico que identifica las piezas útiles y después se pasa por un horno de precisión, para realizar la fundición de los residuos para recuperar elementos que pueden integrarse de nueva a la cadena productiva.

Esta tecnología modular, que cuenta con una alta precisión y un tamaño reducido, hace posible que las emisiones se controlen y que exista una baja generación de toxinas asociadas al proceso de reciclaje.